23.2.17

DDUM 557 / LOS PATINES Y EL SKATE

De Gabriela Stoppelman:

           “Como si hubieran sido familia, las tiras de los patines estaban atadas a la patineta  con nudos obstinados.  En los nudos se notaba la sospecha y la estrategia de defensa: si alguien se atrevía a separarlos, primero tendría que ingeniárselas con las ataduras. No les importaba estar arrumbados en el pequeño taller, al fondo de la casa. El polvo y la triste compañía de herramientas viejas tampoco les resultaba  molestia. Hacía tiempo que los hijos de la familia habían crecido. Lo de Woody en “Toystory” resultaba una nimiedad al lado de este abandono. Años y años de no rodar les dejaban la única ilusión de estar juntos y la pequeña esperanza de que la casa se vendiera  y nuevos niños vinieran al rescate. Ahí sí se desatarían con gusto, porque otra vez habría parques y rampas para deslizarse. Otra vez habría asfalto, extenso hasta el horizonte, y empedrado para el desafío. En medio de una de esas imágenes de la ilusión debieron haber estado, cuando Milena, mi hija de 3 años, abrió la puerta del taller y los vio.  Nos habíamos mudado hacía unos días y  la vida de Milena era pura exploración. Me llamó a los gritos para que desatara las tiras de los patines.  Yo tardé unos minutos en llegar pero, en esa situación del deseo, unos minutos son eternidades. Así que, cuando  por fin me acerqué, la encontré con los cachetes colorados y las manos concentradísimas en los nudos. Quise ayudarla, aunque ya era tarde
            -Ahora lo desato yo- afirmó sin levantar la mirada.
Así estuvo, durante un poco menos de media hora, sentadita  sobre dos viejos neumáticos de auto, sacándose de encima un maniquí que se abalanzaba sobre ella y sobre su fastidio y preguntándome a cada momento por qué esa gente tenía un maniquí en la casa.  Yo miraba de lejos los nudos y me parecían imposibles de desatar, incluso para un adulto. Pero Milena lo logró.
-¿Cómo hiciste?-
- Los patines querían  que yo los usara, así que  me ayudaron.
La respuesta era inapelable. Las tiras se aflojaron para colaborar. La familia se desató porque ya no eran necesarias estrategias de defensa. La patineta consintió en esperar unos meses, hasta que el deseo de Milena se ocupara de ella. Vio salir a los patines del taller, orgullosa como una madre que ve a sus hijos partir hacia el primer día de escuela. Después, vinieron muchas plazas y rampas y largas extensiones de asfalto. Y un día llegó el cansancio. Cuando  todo parecía reconducir al abandono,  se presentó la oportunidad de ser parte del Monumento. Allí estaban, a la espera de esa última aventura, ataditos entre los tres, como familia. En el taller del fondo, el gran vientre del que habían salido, una y otra vez."

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