20.6.07

CLAVES PARA ENTENDER EL PLANETARIO / ARQ. ENRIQUE JAN

El planetario y su concepción fueron una combinación de un proceso interno propio de síntesis y la sensación de estar participando como brazo ejecutor de una fuerza expresiva que trascendía mi persona.

Una revista bimensual, Planeta, que había empezado a publicarse aproximadamente en 1964, tuvo gran influencia en la ampliación de mis horizontes cognitivos y en la forma de ver las cosas que me rodeaban. Coincidió esta época con cierto interés por lo oriental, especialmente la capacidad sintética de su arte y de su idioma escrito, los ideogramas. "La información está ahí, para el que sabe interpretarla".

El planetario es un "ideograma" arquitectónico.

El visitante que llega se aproxima al edificio por una calzada construida con triángulos, que hace la vez de puente entre el afuera y el adentro del edificio. El triángulo es la primera figura geométrica elemental capaz de encerrar un contenido en dos dimensiones; dos líneas no bastan para contener, tan sólo delimitan, una tercera línea define la frontera entre adentro y afuera. Así se presenta este concepto al transeúnte, en el plano de las dos dimensiones de la calzada.
Al cruzar el puente el triángulo, como elemento constructivo, salta del plano al espacio tridimensional formando dos tetraedros invertidos, uno apoya su base en la tierra y eleva su cúspide al cielo y el otro baja del cielo hacia la tierra, interpenetrando al anterior.

La dialéctica de oposición complementaria se rompe cuando "uno" y "uno" no son dos sino tres, ahí comienza la creación. De la relación dinámica entre dos surge el tres, dos líneas paralelas no se intersectan, y la repetición de este mecanismo no construye, separa. En cambio, cuando dos líneas se intersectan, la repetición del proceso crea el triángulo y ya comienza a surgir la evolución en la estructura que se perfila.

De la misma forma que la capacidad de "contener" surge en las dos dimensiones con la operación de intersección de tres líneas; en las tres dimensiones, utilizando cuatro triángulos elementales, vuelve a surgir la capacidad de contención: el tetraedro, que además es la imagen qúimica de la molécula de carbono, elemento sobre el que se construye la química de "lo vivo", lo que evoluciona.

El objetivo del edificio es albergar en su interior al "planetario" propiamente dicho, este es un instrumento que proyecta un cielo virtual sobre una bóveda semiesférica, y permite simular el avance o el retroceso del tiempo para llevar la representación de la bóveda celeste al momento escogido.
Retomando el "ideograma" arquitectónico veremos: la naturaleza del tiempo es circular, se percibe en los cambios de estaciones que siempre regresan, en los ciclos de nacimiento, duración y muerte de lo vivo. La percepción del tiempo está asociada a un aspecto más elevado que nos permite ver en extensión y, luego de hacer un recorrido circular, volver a reconocer los mismos lugares a pesar del trayecto recorrido. Esto marca los años, los siglos, los eones, cómo volvemos año tras año al límite arbitrario del 31 de diciembre en el que un año es viejo y el que sigue es año nuevo. La galería circular que rodea al planetario y que está sobreelevada busca transmitir esta idea.

El ser humano, como cúspide de la evolución conocida está también ahí: el eje central del planetario es un ascensor hidráulico que une y conecta lo más profundo con lo mas elevado, al igual que la columna vertebral del ser humano une el sacro (un hueso triangular curiosamente llamado "sagrado") y la bóveda craneal, en cuyo interior tienen lugar las representaciones virtuales del mundo perceptivo que nos rodea.

Una vez me contactaron unos masones intrigados acerca de si pertenecía a alguna de sus corrientes, ya que ellos habían llegado a percibir una parte de esta simbología en el edificio. Yo no era masón, simplemente creía que un edificio público debía expresar a quien supiera leerlo las ideas que había detrás de la función que cumpliría.

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